La Justicia entendió que hay suficientes elementos que vinculan a los dos jóvenes como presuntos implicados en el horrendo crimen del agente, ocurrido el 5 de enero último.
FRÍAS, Choya (C) Ayer, la jueza del crimen de Frías, Dra. Sara María Harón, “ordenó el procesamiento de Raúl Carlos Daniel Becerra y José Omar Sayes por suponérselos coautores del delito de homicidio doblemente agravado del policía Jonatan Mauro Barrera” y “declarar la falta de mérito” para los colombianos Jaime Andrés Cañas Castaño y Elides Salazar Corrales.
Becerra, actualmente alojado en el Penal de Varones, seguirá allí hasta el juicio oral y público, mientras que José Omar “Camaleón” Sayes, quien fuera beneficiado con la “falta de mérito” por el juez de Feria Anselmo Juárez el mismo día que concluía su turno, fue revocada esa decisión y seguirá alojado en la Seccional 23, donde está detenido desde hace meses, al estar sospechado de un robo agravado. Tanto Becerra como Sayes revisten antecedentes y son conocidos en el mundo delictivo local.
Lo cierto es que mientras los meses avanzaban, la investigación llevada adelante por la propia jueza subrogante en la causa y la fiscal (Dra. Silvia Albornoz), pasó por numerosas hipótesis, algunas más que otras con poder de sostenimiento propio, hasta que, según las fuentes judiciales, las pericias y los testimonios de personas –algunas que preferían mantener sus bajo reservas- fueron armando el rompecabezas del crimen del 5 de enero pasado.
De acuerdo con la resolución de la jueza, a “Jony” se lo vio entre las 14 y hasta minutos antes de la llamada telefónica alertando a la base sobre la persecución de dos delincuentes armados, recorrer la ciudad, entrando y saliendo de la Subcomisaría de Barrio Oeste.
Yo lo vi pasar a las 18.15 aproximadamente frente a mi casa, en la moto, iba con uniforme, sin casco, despacio y como si miraba algo. No me vio”, dice uno de los tantos testimonios en la causa.
Contradicciones
Para la jueza, las pruebas en contra de Becerra y Sayes pasan por varios aspectos, aunque -según ella- mucho tuvieron que ver sus propias contradicciones. “Becerra manifiesta en la indagatoria que no porta armas; sin embargo, diferentes testigos lo vieron con una o varias armas de fuego portándola y exhibiéndola para mostrar superioridad o ejecutar la apropiación de un objeto a modo de cobrarse lo que supuestamente le debían por venta de drogas”, afirmó en la resolución.
Otro contó que “lo vio sacar de sus bolsillos una piedra de cocaína y un bagullo de marihuana que le vendió por $100”. Los testigos lo identifican tanto como “consumidor” y “vendedor”.
De acuerdo con la investigación judicial, la falta de coincidencia de Becerra también pasaría por el horario en el que Becerra dice haber estado el día que es asesinado Jonatan. Afirma que esa tarde, “fue a probar su motocicleta Kawasaki Víctor, y su amigo una Honda; estuvieron en la zona de la rotonda, luego Villa Coinor y entre las 19 y 19.30, regresaron y dejó a su amigo en la casa donde paraba”.
Sin embargo, el amigo con quien presuntamente andaba ese día con él, no coincidió con la misma historia y horario. Es más, esas afirmaciones se habrían terminado de caer con la declaración de al menos seis testigos más que dicen haberlo visto a Becerra, primero solo en otro lado al indicado por él, y luego con “Camaleón” Sayes en el horario en el que lo matan al policía”.
También, siempre de acuerdo con el parecer de la jueza, hay personas que confirman la persecución por calle Eva Perón y algunos identifican directamente a Becerra que se desplazaba a gran velocidad, situación que les llamó la atención porque seguidamente advierten el paso de Jonatan Barrera, “quien no sacaba la vista de sus perseguidos”, aportaron los testigos a la causa.
Para la justicia, la permanente manifestación de bruscas contradicciones entre “Becerra y Sayes, respecto de las vertidas por muchos testigos, dejan en claro que ambos se dedicarían al negocio de drogas”, confió una de las fuentes que se interiorizó de la resolución.
Persecución
“En su tránsito por la ciudad no se descarta que precisamente Jonatan Barrera –momentos en que procuraba ubicar a un agente compañero suyo por el pago de adicionales- se haya dirigido hasta el barrio 94 Viviendas, por calle Eva Perón, logrando ver en el centro de la ciudad a Sayes y Becerra, quienes andaban juntos y al observar alguna actitud que les resultó sospechosa, decidió seguirlos”, sostiene una parte de la resolución.
Seguidamente corrobora que “Camaleón Sayes “conocía a Barrera por la estrecha relación con la hermana, por parte de madre, y a Becerra también, por lo que en procura de evadirlo, se dirigieron a alta velocidad, por calle Eva Perón, donde la testigo de identidad reservada, identifica a Becerra”.
En otro tramo de los considerandos la magistrada sostiene: “Ya en el lugar o en proximidades del mismo, Barrera logró realizar la llamada con la que alerta a la subcomisaría que perseguía a dos personas armadas, pero fue reducido por éstos, quienes portaban armas (vistos con anterioridad por testigos). Es factible que lo hacen descender del lugar donde previo a ultimarlo de una balazo en la cabeza, lo despojan del dinero que portaba en su billetera”.
Al momento del hallazgo, la billetera de Jony tenía sólo $ 0,50 lo cual para su entorno (familiares y compañeros) es poco creíble puesto que siempre manejaba dinero de la comisaría y, además, ese día, iba a comprar el regalo del Día de Reyes para su hijo y sobrinos”.
Por otro lado, la resolución considera que “según los testigos, era normal verlo a Becerra acompañado de otras personas en su moto, vendiendo drogas, por lo que al pedir ayuda el policía Barrera, seguramente sería encontrado con mercadería en su poder lo que fue más que suficiente para ejecutarlo y buscar impunidad”.
De esta manera, 185 días después de que “Jony” -quien sólo registraba tres años en la fuerza policial- apareciera entre las 19.04 y 19.08 de una infernal tarde de miércoles con un balazo de 9 milímetros en la cabeza, la Justicia cerró la primera instancia de un largo y hasta por momentos denso proceso que demandó extensos interrogatorios a más de un centenar de personas, algunas predispuestos a colaborar y otros no tanto.
